Bochorno
El aire bochornoso, inmóvil y los recuerdos –una vez entrañables, ahora escarchados por el tiempo– que se cernían en ello, me sofocaban. Cada bocanada de aire que daba generaba la sensación de que un peso me exprimía los pulmones desde adentro.
Me reventaba el oleaje áspero de la esperanza fracasada que había conservado y en aquellos instantes sentí que mi mundo entero se descomponía en esquirlas. Sostuve la mano izquierda sobre el pecho durante un momento, esperando distinguir las palpitaciones cardiovasculares que solían acompañar tal estado de pánico. Sin embargo, la melancolía y decepción había enmudecido mi corazón, y carecía completamente de agitación alguna.
Resoplé levemente y me rodé en la cama, así poniéndome boca arriba y me froté los ojos, como intentando sacudirme el cansancio que me rebatía la fuerza corporal. Se materializó su imagen en mi mente y esbocé una sonrisa débil a pesar de todo. Me pregunté qué estaría haciendo él en esos momentos, y eludí la tentación compulsiva de volver a revisar las notificaciones de mi celular por lo que hubiera sido la milésima vez ese día. Debajo del algodón suave de mi camiseta noté la acumulación de nudos estrechos alrededor de mi vientre. Me acaricié el abdomen, provocando un influjo mental de imágenes, gemidos, palabras dulces, y promesas rotas.